viernes, 27 de mayo de 2011

Hacia donde vamos en Pedagogía

Desde hace ya bastante tiempo, se viene escuchando una débil vocecilla cada vez más fuerte, que viene entonando una canción que, por lo que parece, habla de una educación retrógrada, en detrimento, simple, vacía, carente de contenidos…
Yo desde luego no lo veo así. O por lo menos no totalmente de esa manera. Me explico: es muy fácil hablar de educación, no hay más que preguntarle a la primera persona con la que nos crucemos en la calle de frente sobre la educación. Dicho sujeto nos dará su opinión sobre cómo hay que educar, a quién educar y de qué manera hacerlo. Me gustaría poder realizar la misma escenificación pero cambiando únicamente dicha cuestión por la de cómo operar a un paciente enfermo. Seguro que nadie diría un juicio anticipado sin tener una mínima formación o estudios previos. Pues esto, queridos y queridas lectores, es lo que pasa en educación, ¡que todo el mundo opina! Quizás por ser un tema más cercano a la realidad diaria, quizás porque la mayoría de personas hemos tenido en algún momento de nuestras vidas algún roce con la educación. Sin embargo la realidad es esta.
Todo el mundo critica la situación educativa en la que nos encontramos, ¡y tienen razón!, no es para menos. Pero para saber criticar hay que saber también de lo que se habla. No todo ha sido malo: tenemos mejores medios que nunca, más capacidad, mayores recursos, más infraestructuras y posiblemente mejor educación que hasta hace tan sólo unas décadas. Sin embargo, y cito el caso de España y en especial el de Canarias por situación de cercanía, pero podría haber citado casi cualquier otro lugar, estamos al igual que otra gran lista de países y lugares, muy por debajo de la media general de educación. No conseguimos los objetivos que se proponen, ni siquiera logramos alcanzarlos.
¿Qué es lo que ocurre? ¿Qué está pasando? Sin duda alguna la metodología o los procesos utilizados no deben de ser los adecuados para los tiempos que corren.
Como decía Ortega y Gasset, vivimos en un tiempo de incertidumbre, de no saber hacia dónde nos dirigimos. No se piensa en una pedagogía o una educación para el futuro, pero no sólo en esto sino en todos los ámbitos sociales. Ni siquiera son los pedagogos los encargados de administrar esas decisiones, sino economistas y políticos que de nada saben pero que de todo sobre educación creen entender.
¿De qué sirven entonces los pedagogos y pedagogas creadores de maravillosas teorías innovadoras o de críticas de lo establecido si ni siquiera son leídas para que dicha mentalidad cambie? Es cierta, al fin y al cabo, la tan repetida afirmación de que después de Freire no se ha dicho nada nuevo y refrescante, ¿llegará algo nuevo que haga retumbar los cimientos de la ya herrumbrosa pedagogía actual?
Sin embargo es culpa de los pedagogos el que todo esto sea así, pues nos hemos ido dejando comer el terreno por otros ámbitos académicos, de los cuales no dudo en absoluto de su grandiosa importancia, pero que en temas de educación nos han suplantado la identidad, hablo de casos como la psicología, el trabajo social, la política... en definitiva: ¡que todo el mundo opina sobre educación!
No es mi motivo expresar que estos no sean necesarios para una buena educación, digo que son complementarios a la rama de pedagogía. De hecho esta se puede servir (y de hecho debe de hacerlo) de ellos, pero nunca ser suplantada por estos.
Estamos en un periodo de crisis, de movimiento y desestabilización. Pueden acontecer cambios que ni imaginamos, y ni siquiera los que rozan el tema de la educación serán producidos por pedagogos.
Está claro que falta mucho por hacer para llegar a metas óptimas que permitan cumplir el derecho a educarse con calidad y enfrentar los desafíos contemporáneos. Está claro que queda demasiado por hacer y que falta aún más por mejorar. Hemos observado cómo ha habido avances en cuanto a la reducción de analfabetismo, la facilitación de estudios… sin embargo los problemas de la educación no sólo se refieren a acceso y permanencia, sino también a calidad. Estos tienen que ver con programas de estudio desactualizados y poco pertinentes, persistencia de esquemas pedagógicos tradicionales y alejados de las demandas de la diversidad cultural y del desarrollo científico y tecnológico.
¿Hacia dónde vamos? Parece que los roles están cambiando y la Pedagogía está cobrando importancia, que por cierto, ya era hora. El futuro a largo plazo es muy difícil de prever, pero sí podemos ver con más claridad con vistas de aquí a unos pocos años más adelante. Para ello debemos buscar los errores y aciertos del pasado y aprender de ellos, localizar en nuestro presente las necesidades y carencias de nuestra sociedad y ponerles solución. Y ya el futuro nos dirá a qué tipo de sociedad deberemos educar de acorde a qué necesidades y a qué principios. Pues las exigencias de hoy en día puede que no sean las mismas que las que nos depara el futuro.