ARTÍCULO EN CONSTRUCCIÓN
“El niño se quiere mover, y disfruta haciéndolo. La naturaleza invita a los seres vivos a moverse. Existe una contradicción entre el espacio natural, que es un horizonte para explorar en un entorno armónico, y el espacio artificial, que cada vez es más complejo y pone nuevos límites físicos, generando que el cuerpo cada vez esté más controlado y limitado”.
Así, el niño se desarrolla con mensajes a veces incoherentes. “Los adultos, a menudo sin darnos cuenta emitimos el mensaje al niño de que no se mueva, que no moleste. La sociedad del bienestar, confort y seguridad invita a no salir a la calle a jugar, a quedarse quieto delante de una pantalla, pero como los adultos sabemos que los niños deben moverse, los llevamos a espacios limitados y controlados donde se muevan sin molestar: parques infantiles, actividades extraescolares, iniciación a los deportes. Los movimientos naturales del cuerpo humano están cada vez más limitados por barreras físicas y temporales: carril bici, cuatro paredes, horarios…”
La inercia de la inactividad o de la actividad totalmente regulada hace que, por ejemplo, un chaval de nueve años se vaya a la playa con sus padres y con la Nintendo. ¿No es capaz de pasárselo bien en la playa, con un montón de alternativas de juego, si no se lleva su preciada consola?
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